Una Europa con países del tercer mundo

Una Europa con países del tercer mundo

Miguel Ángel Rodríguez
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Comenzamos la semana con mayores tensiones en los mercados y España en el centro de todos los ataques. Se acaba de publicar un informe de J.P. Morgan donde se da a conocer que la confianza del inversor en activos españoles ha caído a niveles inferiores a los de 2008, en el comienzo de la crisis. Previamente, Citibank también hacía públicas sus previsiones para el PIB español con caídas superiores al 2%, alejadas del -1,7% esperado por el Gobierno.

Con estas previsiones, de producirse, una gran parte de los bancos españoles no van a poder cumplir con las exigencias de capital impuestas por Europa ni con las provisiones sobre activos inmobiliarios requeridas por el Ejecutivo, y lo de tener que recurrir al fondo de rescate cada vez estaría más cerca. Pero ahí no acaba el asunto. Si España usa el fondo de rescate, aunque sea sólo para ayudar a algunos de sus bancos, los inversores se seguirán saliendo de la deuda española, las rentabilidades se dispararán, España necesitará más ayuda y los bancos españoles -cargados, como es lógico, de deuda pública española- se verán en peor situación aún.

Como explicaba magistralmente George Soros ayer en una conferencia, los políticos europeos no han sabido en ningún momento identificar la naturaleza de la crisis que asuela la zona euro. Siendo en un principio de naturaleza presupuestaria -el caso de Grecia-, después de que, con un retraso considerable que afectó muy negativamente, se llegara a algún tipo de solución se ha pretendido extender esta consideración del problema al resto de los miembros de la Eurozona, imponiendo condiciones restrictivas extremas de carácter presupuestario. Pero la crisis europea no es una crisis presupuestaria. El problema de la zona euro no es más que un desequilibrio entre países que han tenido diferentes desarrollos económicos (diferencias que en la actualidad se encuentran en sus puntos máximos) y que, aunque comparten la misma divisa, no tienen una unidad de intención política que permita compensar esta inestabilidad.

Políticas expansivas para Alemania

Alemania, después de la reunificación, ha llevado a cabo un duro proceso de cambio estructural en su economía que ha fortalecido su competitividad, mientras que países como España se han beneficiado de unas condiciones de financiación extraordinariamente benignas, favoreciendo el crecimiento de la burbuja inmobiliaria que, una vez explotada, nos deja vacíos de contenido económico. Para restablecer el equilibrio sería necesario que las políticas económicas, fiscales y monetarias se encaminaran hacia el restablecimiento de la salud económica de los países afectados. Para ello, el resto, como Alemania, debería entre otras cosas llevar a cabo políticas más expansivas. Justo lo contrario de lo que están haciendo.

Además el BCE debería incluir en su mandato la posibilidad de comprar bonos de países con problemas, como la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, para zanjar de una vez por todas el problema.

Así, se da el caso de que algunos países de la Eurozona se encuentran en la misma situación de deuda que algunos del tercer mundo: en plena recesión y con niveles de endeudamiento alto en una divisa fuerte sobre la que no tienen ninguna posibilidad de intervenir y con un banco central que implementa una política monetaria destinada a un país desarrollado y con una buena salud financiera. Por si fuera poco, ni siquiera están recogidos en los tratados de la Unión mecanismos de reforzamiento o bien de salida en el caso de que fuera necesario.

Los dirigentes europeos se reúnen esta semana en Washington en un intento desesperado de que el FMI se haga cargo de sus problemas. Es una muestra más de lo irracional de esta situación. A pesar de que presume de tener mejores números macroeconómicos que Estados Unidos o Inglaterra en balanza por cuenta corriente y en ratios de deuda y de tener una moneda considerada como la segunda unidad de reserva mundial, Europa se queda corta para dotar a un fondo de rescate con importes suficientes para que pueda ser utilizado por uno de sus países miembros, como España o Italia, en caso de problema, y se dirige al FMI para pedir esos fondos y que intervenga en caso de que esto ocurra. Es como si el Gobierno de Obama pidiera ayuda al FMI para financiar al estado de Misisipi, uno de los más pobres de los Estados Unidos, porque no genera lo suficiente para hacerse cargo de sus deudas. Como ya he comentado en otras ocasiones, el problema de Europa no es económico, sino de conceptos.

Miguel Ángel Rodríguez, analista de XTB. Autor del libro ‘Aproximando el mercado de divisas al inversor’.

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