Cartagena, Colombia — El veto de Washington a la presencia de Cuba amenazaba con hacer fracasar la Cumbre de las Américas de este fin de semana en este puerto colonial colombiano.
El anfitrión Juan Manuel Santos, no obstante, tomó el toro por los cuernos y viajó a Cuba para explicarle personalmente a sus líderes que era imposible invitarlos al no haberse alcanzado un consenso regional. El gobierno cubano le agradeció el gesto y le dijo que no tenía la intención de arruinar la cumbre insistiendo en ser invitado.
Después de todo, sin el presidente Barack Obama no hay cumbre, le comentó en broma el gobernante cubano Raúl Castro, según funcionarios que pidieron no ser identificados.
Se evitó así un desastre y se afianzó la imagen del presidente colombiano Santos como diplomático astuto y hábil mediador.
“Hay pocas dudas de que Santos ha emergido como un líder regional. Esta fue su aspiración desde el día que asumió el cargo”, indicó Michael Shifter, presidente del centro Diálogo Inter-Americano, en Washington.
Santos ha probado, desde que asumió la presidencia en agosto del 2010, su pragmatismo político y habilidades diplomáticas perfilándose así como un nuevo líder regional en una América Latina que aún no llena la vacante dejada por el ex mandatario de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva y que ve palidecer al presidente venezolano Hugo Chávez, quien sufre de cáncer.
A pesar de algunos éxitos diplomáticos, con impacto mayormente doméstico, a Santos le queda todavía un largo trecho para ser el indiscutible líder latinoamericano que se mueva como pez en el agua, como lo hizo Lula, entre Washington, La Habana, Caracas o La Paz, entre otras capitales, apagando fuegos o resolviendo problemas ya sea por disputas bilaterales o multilaterales e incluso nacionales, coincidieron analistas consultados por la Associated Press.
Después de jurar como presidente Santos, de 60 años, enmendó las relaciones diplomáticas con Venezuela y Ecuador, participó en un acuerdo para el regreso a Honduras del depuesto mandatario Manuel Zelaya y ha continuado apoyando la lucha contra el narcotráfico, enviando agentes a México y ofreciendo una asistencia similar a naciones de Centroamérica.
También ha abierto su país para incrementar la inversión de China, y todo eso mientras sigue siendo el más cercano aliado de Washington en Latinoamérica.
Este egresado de la Universidad de Kansas, y miembro de una de las familias más influyentes de Colombia –su tío abuelo, Eduardo Santos, fue mandatario de Colombia entre 1938 y 1942–, aún debe probarse aún más alla de temas de impacto doméstico y con sus vecinos.
Y emular a Lula no será tarea sencilla.
Lula no sólo fue un interlocutor eficiente que auxilió a Chávez en medio de la crisis desatada con la revuelta militar de abril del 2002 y la posterior huelga del sector petrolero, enviando embarques brasileños de combustibles, sino que medió entre Chávez y otros dirigentes de la región cuando Colombia, presidida entonces por Alvaro Uribe, quedó en una encrucijada y era intensamente criticada por un plan de ampliar la presencia de militares estadounidenses en bases en el país en el 2009.
El ex mandatario brasileño (2003-2010) además jugó en las grandes ligas cuando Brasil era el más fuerte representante de los países en desarrollo latinoamericanos en el llamado Grupo de los 20 (G-20), que negociaba un acuerdo comercial global con Estados Unidos y la Unión Europea en la llamada Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Además, se resistió a abrir los mercados de este lado del mundo sin que las naciones industrializadas abrieran los suyos y cortaran los subsidios a sus productores agrícolas.
Por decisión de las Naciones Unidas, Brasil además se convirtió en una de las patas más importantes de la mesa para auxiliar a Haití, la más nación más pobre del hemisferio, al encabezar un contingente militar de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) desde la creación de esa misión en 2004.
“Lula tenía un enorme carisma y en su ausencia realmente no hay mucha competencia”, afirmó Cynthia Arnson, directora para América Latina del Centro Woodrow Wilson, en Washington.
Santos trataría de aprovechar el hecho de que a la sucesora de Lula, Dilma Rousseff “no le interesa tanto el candelero y se preocupa más de los asuntos domésticos”, según Shifter.
Arnson, no obstante, señala que “Colombia no tiene el peso económico, ni de cerca, que tiene Brasil”, la sexta economía del mundo.
Pero a Santos no le faltan ambiciones y el fin de semana pasado, en una entrevista publicada en el diario bogotano El Tiempo, cuya propiedad fue de su familia hasta hace muy poco, el mandatario declaró que Estados Unidos y Cuba debían acercase y cambiar sus relaciones, y que estaba dispuesto a aportar su granito de arena para ese fin.
Además Santos indicó que carecía de todo sentido que Cuba siguiera excluida de cumbres como la de las Américas.
Ya países como Brasil han dicho que se ausentarán si Cuba nuevamente queda por fuera del cónclave. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, fue más allá. Aunque agradeció la invitación de Colombia a la cita dijo que no podía asistir, después de todo fue él quien propuso hacer un boicot y ausentarse de Cartagena en caso La Habana quedara por fuera de la VI edición de la reunión hemisférica.
Entre los logros que más se le reconocen a Santos está la reanudación de relaciones con Venezuela.
Cuatro días después de asumir el cargo en agosto del 2010, Santos y Chávez se reunieron en la ciudad colombiana de Santa Marta y anunciaron la reanudación de lazos.
Santos declaró a Chávez como su “nuevo mejor amigo” y con el paso de los meses ha logrado que Caracas, con cooperación de la policía colombiana, detenga y entregue a Bogotá o extradite a Estados Unidos a narcotraficantes buscados en ese país. También que Venezuela capture a miembros medios de las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y algunos sean deportados a Colombia, aunque otros aún aguarden una medida similar.
Entre Quito y Bogotá ya venía produciéndose una lenta normalización de las relaciones desde fines del gobierno de Uribe, tras la ruptura declarada por Ecuador por un ataque militar colombiano en marzo del 2008 en su territorio a un campamento de las guerrillas de las FARC, en el que fue abatido Raúl Reyes, uno de los siete miembro de la jefatura insurgente. Santos y el presidente Rafael Correa se encontraron primero en los actos de posesión del mandatario colombiano y luego en una visita de Correa a Colombia en diciembre del 2010.
Como reflejo de la buena relación con sus vecinos, Santos, explicando que Caracas lo había solicitado antes que Washington, entregó a Venezuela a Walid Makled, un narcotraficante venezolano buscado por Washington.
“En contraste con la relación solícita que tenía Uribe, Santos ha adoptado un posición más pragmática y distante”, señaló Arnson, del Centro Woodrow Wilson.
Pero además Santos archivó un pacto sellado por Uribe con EEUU para ampliar la presencia de militares estadounidense en bases colombianas.
Aunque Santos ha admitido que aún tienen dificultades, Colombia está lejos de ser aquel campo de batalla de fines de los años 80 y los 90, cuando los grandes carteles de la droga asesinaban a candidatos presidenciales, ministros, magistrados y periodistas, entre otros, mientras la guerrilla y el paramilitarismo se regodeaban en su control territorial.
Ese era un escenario que hacía sentir poca confianza a los mandatarios de Estados Unidos para quedarse a dormir en Colombia una noche.
En el caso de Obama serán dos noches las que se quede en Cartagena.